El concepto que queda detrás de esta colección, que ahora reedita el volumen dedicado a Lorca, es fascinante. Aguilar parece querer dibujar una imagen de cada poeta en su totalidad, por eso acompaña su trabajo de ilustrador del contexto adecuado. Cada libro comienza con la biografía, capaz de recuperar las líneas que más han definido la vida de los autores y capaz también de retratar desde una luz suave la muerte de cada uno de ellos: el poeta parte para siempre, desaparece en la noche o comienza su último viaje. Aunque breve, esta sección nos da las señas del sujeto creador y sirve, también, para localizarlo en un tiempo y un espacio determinados. Los versos, bien escogidos, dan fuerza a la voz del artista, y la prosa que inventa una ficción, al final de cada volumen, intenta capturar la musa que inspira a cada poeta. Por ello, una pequeña y desconsolada hada se aparece a Gloria Fuertes, el espíritu de Walt Whitman camina con Lorca en Nueva York y una sirena encuentra a Neruda, en su casa de Isla Negra. Las ilustraciones son dibujos bien ejecutados y, además, son adecuados, el estilo de cada libro cambia en función de a quién se retrate. Por ejemplo, las acuarelas en Neruda comunican suavidad y parecen estar más referidas a los adultos, en relación a los otros volúmenes. Estos libros podrían ser usados como herramienta, si no fuera por su gran tamaño, que sin embargo anima a los más pequeños a la lectura. La complejidad del lenguaje de Lorca y el objeto de los poemas de Neruda (el amor), hacen de estos dos libros ‘rampas a escalar’. Aunque, los lectores más mayores no pueden ser atraídos por la apariencia infantil y juvenil. La literatura en familia puede usarlos bien en casa, para introducir a los niños más jóvenes la poesía más excelente.
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